viernes, 30 de mayo de 2008

ANDREA DEL BOCA EN REVISTA "PARA TI"

Con sus 39 años de carrera como actriz se ganó el título de “la reina de las telenovelas”. Pero cambió la ficción por realidad y ahora conduce La mamá del año. En esta nota, se anima a hablar de todo: de los amores pasados, de su hija Anna y de la controvertida relación con el padre, Ricardo Biasotti, de los rumores que la rodean y del amor.
Llega con 20 minutos de demora y pide disculpas por el atraso. “No me gusta llegar tarde”, aclara de inmediato. Es secundada por Ana María, su mamá, que hace las veces de asistente y la acompaña a todos lados. Ni bien saluda, Andrea del Boca (42) comienza a contar su experiencia en El Impenetrable (Chaco), con los tobas. Está conmovida. Acaba de regresar después de haber estado grabando historias en la zona más castigada de esa provincia. “Fue un fin de semana duro, muy movilizador. Ves cada cosa… Y uno a veces se queja por tantas pavadas”, dice, y de inmediato las lágrimas inundan esos ojos celestes que tantas veces lloraron e hicieron llorar. Es que desde que comenzó a trabajar como actriz, a los 4 años, en Nuestra galleguita, Andrea del Boca no paró de lagrimear. En sus 39 años de carrera fue Pinina, Andrea Celeste, Estrellita, Antonella, Andrea Celeste otra vez, Perla y Mía, y en sus –hasta ahora– dieciséis telenovelas, lloró. Hoy, como conductora de La mamá del año, un programa de Canal 13 en el que a diario y en vivo cuenta historias de madres, sigue llorando. “Siempre se me cae alguna lágrima en el programa. Por eso siempre me ponen maquillaje a prueba de agua”, comenta riendo.
–¿Por qué decidiste pegar el salto de ser actriz de telenovela a conductora?
–La vida a veces te pone ante determinadas situaciones. Y el hecho de haber vivido ciertos momentos difíciles con mi maternidad, me impulsa a ser la voz de otras personas que pasan por lo mismo o por situaciones peores. De alguna manera, era aceptar el desafío y la responsabilidad. Tengo la posibilidad de concientizar en ciertos medios y acceder a lugares donde otras mujeres no pueden llegar y ayudarlas. Por eso acepté ser conductora.
–En tu programa se trata mucho el tema de la discriminación. Vos, como mamá soltera, ¿la padeciste?
–En realidad, ser mamá es difícil. Y ser mamá soltera no es ser “de segunda”, sino que es una realidad. En mi caso fue una situación no buscada, pero estoy muy feliz por la familia que conformo con mi hija. En cuanto a la discriminación, es cierto que es difícil ser madre soltera, pero personalmente yo no lo sufrí porque en mi condición siempre he tenido trabajo y nunca me han hecho problema. Pero sí me sentí discriminada y criticada por los medios, que todo el tiempo remarcan que soy madre soltera, o que critican ciertas cosas sin saber hasta dónde hieren. Algunos medios me atacaron diciendo que yo había buscado el embarazo a propósito, y el hablar de más, sin conocer la realidad de uno, muchas veces lastima.
–Por el hecho de haber estado frente a las cámaras desde los 3 años, y por haber permanecido en el medio tanto tiempo, se podría decir que, para tu público, tu vida es comparable con la de The Truman Show. ¿Cómo te sentís con tanta exposición?
–Es un poco fuerte la comparación que hacés… Todo esto es algo que me resulta curioso: la gente cree saber todo sobre mi vida, pero en realidad no la conoce. Es cierto que soy parte del inconsciente colectivo y soy como un miembro más de la familia de la gente. Me ven como la hermana, la tía, la hija, porque me conocen desde chiquita. Y eso me da mucho orgullo y placer.
Un momento en la vida “Ahora siento que en mi vida está saliendo el sol (…). A lo mejor tiene que ver con que empiezo a tener un equilibrio entre mi vida como mamá y mi trabajo, y puedo decir que ahora me voy a dedicar a mí como mujer. Me encantan los hombres; espero enamorarme y ser feliz con un señor a mi lado. Pero todos los logros no siempre se llevan juntos”, dice Andrea sonriendo.
–¿En algún momento te dan ganas de dejar de ser un personaje para convertirte en alguien anónimo?
–En verdad, pocos conocen mi vida real. Y eso está bueno. Busco que sea así para poder tener una vida privada. Mis amigos no son del medio y trato de resguardar a Anna (7) porque no tiene nada que ver con todo esto. Con esto no quiero decir que despotrique contra el medio: es mi forma de vida, es mi trabajo y afortunadamente puedo vivir de lo que me gusta, pero pongo límites.
–Sin embargo, cruzaste la raya cuando frente a las cámaras en La mamá del año denunciaste que no sabías dónde estaba tu hija. Muchos te criticaron. ¿Te arrepentiste de haberlo hecho?
–Vamos por partes. En primer lugar, yo estaba desesperada. Me sentía muy angustiada y con mucho miedo. No sabía lo que estaba pasando con mi hija. Si hubiera estado haciendo una novela, nadie se habría enterado de lo que me estaba pasando. Pero al tener que salir en vivo, y teniendo en cuenta cómo me sentía, preferí blanquear la situación. De todas formas, estas cosas no se pueden premeditar. Creo que reaccioné como mamá ante una situación complicada. Los medios me criticaron por haber usado las cámaras para una cuestión personal, pero la verdad es que no vivo para el medio. De hecho, no salí hablando en todos los programas ni usé el tema personal para buscar más rating, como también se dijo. En mi vida he tenido aciertos y errores, y soy consciente de que, al estar expuesta, tengo que aceptar que juzguen mi trabajo, pero no puedo permitir que los medios se crean dueños de la verdad cuando se habla de mi vida personal. Que salgan a decir que vendo mi vida por un punto de rating es tener mala memoria, ya que en 39 años de profesión nunca lo hice.

“Los medios me criticaron por haber usado las cámaras para una cuestión personal, pero la verdad es que no vivo para el medio. De hecho, no salí hablando en todos los programas ni usé el tema personal para buscar más rating, como también se dijo”.
–Detrás de cámara, las mujeres que participan del programa y vivieron historias semejantes a la tuya, ¿se te acercan para pedirte consejo?
–Dar consejos es difícil y no soy quién para hacerlo. Pero soy muy creyente y siempre digo que, mientras una tenga fe, hay esperanzas. Y suelo decir que cuando una es mamá, no hay que bajar los brazos porque ya no estás sola y hay que pelearla. Pero nada más.
–Hay una edad en que las hijas quieren ser iguales a la mamá. ¿Alguna vez Anna te dijo que quería ser actriz como vos?
–No quisiera que ella repita historias y no quisiera que sea actriz porque su mamá lo fue. Quiero que sea feliz. Le encanta la música y el baile, y me parece que eso está bueno para su desarrollo emocional.
–Si ella te dijera que quiere trabajar en la televisión, ¿la dejarías?
–No le puedo decir que es malo ser actriz porque yo he sido muy feliz con mi carrera, entonces le estaría dando un mal ejemplo. Quisiera que fuera libre y feliz, que haga lo que ella quiera. Siempre digo que si un día me sale con que quiere ser astronauta, se me va a complicar, pero si ésa es su decisión, estaré a su lado para acompañarla. Ser mamá es la tarea más placentera, pero también la más complicada.
“Me encantaría casarme”
Andrea es profesional frente y detrás de cámara, y sabe que eso significa enfrentar las preguntas que sean en una entrevista sin evadir respuestas. Le molesta hablar de su vida privada y de su relación con Ricardo Biasotti, el padre de Anna, pero aún así mantiene la mirada sostenida y responde. Creció con las cámaras encendidas y sabe que, aunque a veces reniegue del medio, es su vida.
–¿Cómo estás afectivamente?
–Estoy bárbara (risas).
–¿Qué significa “estoy bárbara”?
–Eso… que estoy bien.
–Algunos rumores te vincularon con el periodista de TN Sergio Lapegüe…
–¡Por favor!... No me metan en más despelotes. Tengo entendido que ese rumor empezó en un canal que compite con el nuestro, y no sé cuáles serán las intenciones...
–¿Estás con otra persona?
–¡Estoy sola y estoy muy bien! Ahora siento que en mi vida está saliendo el sol, pero eso no quiere decir que esté en pareja con alguien. A lo mejor tiene que ver con que empiezo a tener un equilibrio entre mi vida como mamá y mi trabajo, y puedo decir que ahora me voy a dedicar a mí como mujer. Me encantan los hombres; espero enamorarme y ser feliz con un señor a mi lado. Pero todos los logros no siempre se llevan juntos. Hoy soy una mujer feliz, y eso no tiene que estar relacionado necesariamente con que estoy con un hombre a mi lado.
–Nunca te casaste con tus parejas, ¿por qué?
(Risas.) –Porque a lo mejor no era el hombre indicado. Evidentemente, no se dio. Pero me encantaría casarme. Vengo de ejemplos muy fuertes: mis padres cumplen 51 años de casados; mi hermana Annabella lleva 25 y Adrián, mi hermano, 22. Yo soy la oveja negra de la familia. Creo que no se dio porque no me llegó el hombre indicado para encarar un proyecto de a dos. Pero te puedo asegurar que cada uno de los hombres que estuvieron conmigo en distintos momentos de mi vida me dio un aprendizaje y una experiencia. Me enseñaron, fundamentalmente, qué es lo que quiero de ahora en más para que un hombre siga a mi lado.
–Parecería que estuvieras refiriéndote especialmente a Ricardo Biasotti. ¿Te arrepentís de haber iniciado una relación con él?
–¡Es el padre de mi hija, que es lo más maravilloso que me pasó en la vida! Haberla tenido fue la mejor decisión que pude haber tomado. No me arrepiento de nada. Ser mamá me dio momentos maravillosos y, también, difíciles. Pero obviamente el papá de mi hija fue alguien importante en mi vida porque me dio la posibilidad de ser mamá. Nada más y nada menos. Claro que una a veces quisiera que las relaciones fueran idílicas y que hubiésemos permanecido juntos, pero no se dio así. Y ahora lo ideal es, por respeto a nuestra hija, mantener una buena relación. Anna entiende que sus papás no están juntos como sus abuelos y sus tíos, pero que la quieren y la respetan. Y eso es suficiente.
–Nunca te mudaste. ¿Por qué seguís viviendo con tus padres?
–Es cierto. Vivimos todos juntos… Cuando estuvimos con los tobas, le decía a mi mamá: “Mirá, viven como nosotros, todos juntos” (risas).
–Como un clan...
–¡No, no digas como un clan! Suena a mafioso. No somos un clan, somos una familia muy tana, a la antigua. La alegría de uno es la de todos, y el problema de uno también es de todos. Compartimos todo, pero respetamos los espacios y las decisiones de cada uno. Cuando uno vive en una familia donde el amor es el ingrediente principal de la relación, nunca está solo. Y si bien la familia que formé está compuesta por mi hija y por mí, vivir con mis padres implica que Anna pueda tener todo lo que yo tuve de chica: el almuerzo y la cena familiar, la conversación y el estar siempre acompañada. Creo que es importante que se sienta contenida. La estoy criando para que sea una persona independiente, libre y que tome sus propias decisiones, pero que mientras tanto sepa que ella es lo más importante en mi vida.

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